¨Lo único que puedo decirles a ustedes es que si me hacen una pregunta y no sé la respuesta, les diré directamente que no sé la respuesta, pero también buscaré la forma de encontrarla, y cuando la tenga, se la daré. ¨

lunes, 9 de noviembre de 2009

Rutina disfrazada.



Perpleja. Sí, sí, perpleja me tiene mi ya entrañable Lisboa.

Terminé temprano las clases, y parece que la capital Lusa te obliga a no quedarte parada, a odiar ver pasar las horas, a querer recorrerla de arriba a abajo, a exprimirla regalándole vida a los sentidos.
Mis coche-facultad-coche-café-coche-casa quedan muy lejos ya, y es precisamente la vida activa que marca esta ciudad lo que me llena de vida.

¨Termine temprano las clases...¨ y decidí caminar por Lisboa, sin destino fijo. No me dirigía al Castelo de Sao Jorge, ni al palacio de las Naciones... tampoco a la plaza de Rossio o a Colombo.
Me dejé llevar durante dos horas por el ritmo que marca la ciudad adoquinada; recorriendo sus avenidas que son auténticos laberintos de rampas y escaleras; maravillándome con las vistas desde los miradores en los que todas desembocan; sorprendiéndome de las pequeñas tiendas en los barrios más antiguos; perdiéndome y encontrándome, pero nunca preguntando. No quiero seguir sintiéndome turista en Lisboa. No llevé el mapa que siempre guardo en el bolso, como intenté hacer uso del curso de portugues en todas las lojas a las que entré.
Es seguro que me seguiré perdiendo, y en mis despistes con mi torpe orientación, seguiré aumentando esa lista, lista que ya empieza a tomar forma, a pintarse de colorines...

Aquí van unas fotos que hice con el móvil, disfrute improvisado:






































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