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Todo el mundo debería vivir una ERASMUS, o eso es lo que me he dicho siempre.

Desde que inicié la carrera he tenido claro que yo la aprovecharía, no sabía donde ni en que año, pero una oportunidad así no la iba a dejar escapar.

Muchos piensan que esta beca es igual a borracheras, aprobar por la cara, y malgastar el dinero. Como en todo, la moneda tiene dos caras, y el cambiar de País, de ambiente, de costumbres, conocer a gente dispar, y verte ante situaciones nuevas puede llegar a ser muy enriquecedor.

En tan solo 9 días me ha dado tiempo a reflexionar-sentir bastante, y aunque es pronto para obtener conclusiones, de Salamanca me quedo solo con una cosa: MI gente.

Y sí, digo mi gente, que es muy diferente a su gente.

El vivir en una ciudad relativamente pequeña, y cada vez más ¨provinciana¨, te apisona y no te deja crecer. Haces lo mismo año tras año, sales por lo mismo sitios, ves al mismo grupo de niñas/chicas tontas que son conocidas como DIVAS porque, además estar palillos y tener una melena hasta el suelo, siempre van a la última con las mejores marcas, le cuesten los filetes que le cuesten a sus padres. Por no hablar de los ganaderitos arruinados más COOL de la ciudad, vistiendo su POLO o CAMISA, de marca por supuesto.

Y sí, eso sí es postureo.

Está resultando único empezar de cero, sin más que con una acreditación ¨ERASMUS¨.

Esta ciudad es otro mundo, es única, tiene otra oferta, otro encanto, es cosmopolita, y sobre todo, tiene otra mentalidad.

Que ganitas de que vivas todo esto...sí, sí... a tí. ;)

(Audio: Kilómetro cero, Ismael Serrano)